Despertar la esperanza

Crecemos, nos educamos y nos alegramos cuando conquistamos virtudes: son fuerza, son impulso y facilitan el caminar de cada día. 

Entre ellas, la esperanza nos hace conscientes del fin al que estamos llamados y al que podemos llegar. Solo necesitamos mantener fija la mirada en la verdad y el bien que nos determinamos a vivir.

A menudo, estamos muy pendientes de los datos socioeconómicos del momento y nos olvidamos de la belleza infinita de nuestra vocación como padres y educadores. Es cierto que necesitamos responder a las urgencias del momento, pero también es preciso despertar la confianza, reconociendo las posibilidades innatas que poseemos en nuestro interior. Por esto nos permitimos recordar que: 

  1. Somos personas capaces de repensar o reflexionar sobre lo que hacemos, lo que sentimos o anhelamos. La virtud de la esperanza nos ayuda a gustar ahora, anticipadamente, el bien que podemos alcanzar y que está por llegar. Al vivir en esperanza, ya estamos recibiendo el don que Dios nos quiere dar, aunque parezca que no lo poseemos plenamente.

     

  2. La esperanza humana se fundamenta en la inmutabilidad de Dios, que siempre es fiel y nos cuida. Nos sostiene la confianza hacia el Padre, que ha resucitado a su Hijo y nos llama a la filiación divina, con capacidad para amar y ser amados.

     

  3. Por la singularidad de cada niño y joven, todos tienen posibilidades ilimitadas de crecer y desarrollarse. Somos diferentes y no debemos compararnos con nadie. Cada uno de nosotros va realizando su propio proyecto de vida, que supone: conquista, fuerza de voluntad; capacidad reflexiva racional para asumir con alegría el camino de la verdad; y crecimiento afectivo, que requiere conocimiento y aceptación de sí.

     

  4. Cuando hacemos consciente nuestra interioridad, también percibimos un impulso a relacionarnos con los otros. Estamos llamados a la complementariedad y a la comunión con una comunicación profunda, con el deseo de darnos y acoger a los demás, con un espíritu de unidad.

     

  5. Insertos en el ámbito social, es preciso educar nuestros sentidos interiores y exteriores. Con sentido crítico, desechamos lo que nos despersonaliza y potenciamos lo que hace que caminemos en autonomía y libertad. Hacemos conscientes lo que sentimos o pensamos, pues nos ayuda a orientar nuestras intenciones, a dar un sentido a todo lo que hacemos. El cambio viene desde adentro, en el cultivo de actitudes que nos conducen a la gratuidad y al compromiso. 

Caminamos con esperanza creciente porque nos hemos elegido, familia y colegio, para darnos vida. Las dificultades las asumimos como oportunidades para desplegar lo mejor de nosotros mismos. Cada problemática tiene una solución diferente. Juntos, desde el corazón, nos dejamos moldear: educamos para crecer, superando el simple adiestramiento. 

La libertad tiene límites, que asumimos con alegría, pues nos orientan hacia el fin. Padres y docentes vivimos la autoridad como un camino de entrega y servicio. Siempre partimos de la realidad y la valoración positiva. Cada gesto o palabra que nos transmitimos es de ánimo y aliento interior; pues a su vez, nos sabemos movidos por el Espíritu

Hno. Javier Lázaro sc

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