Lectura:
“Jesús al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa” (Jn 19, 26-27).
Meditación:
Jesús, desde la Cruz, da continuidad a la vocación maternal de la Virgen María; ahora la hace nuestra Madre y de la Iglesia. Por su virginidad tiene su corazón Inmaculado totalmente orientado hacia Dios y a lo que Él la pida. Ya no necesita decir que sí, como se lo dijo a Gabriel, ahora directamente viene a nuestra casa.
Nadie puede elegir a su madre; excepto Jesús, que elige a María y la embellece con todas las virtudes y nos la regala a nosotros. Ahora necesitamos mover los afectos para recibirla en el corazón. Su presencia nos llena de paz y del Espíritu.
Contemplar a Cristo crucificado, nos hace partícipes de su Vida y nos colma de gracia. En ese momento nos da a su Madre, nos ensancha el corazón, para acogerla y descubrir a los otros como hermanos, pues también son hijos de María.
Oración:
Gracias María porque aceptas ser mi Madre y la de todos.
Contemplación:
- Estoy al pie de la Cruz, veo que estás destrozado físicamente… pero el Corazón lo tienes ardiendo de amor… nos regalas a tu Madre.
- Yo les comparto a María, porque quiero que todos seamos hermanos…
- Gracias porque me enseñas a vivir en la generosidad afectiva…
Acción:
Recibir a María.
Hno. Javier Lázaro sc