Lectura: «¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre! ¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas!» (Lc 6, 23-24).
Meditación:
Jesús nos propone vivir su Reino, pero que es contrario a las propuestas que nos hace el mundo. La sociedad busca resultados inmediatos… Jesús nos ofrece el premio al final, pero gustando desde ahora el gozo que nos espera. Seguir a Cristo va a suponer que nos van a despreciar…
Hay que distinguir entre el placer que nos propone el mundo y la felicidad que nos ofrece Dios. El placer es consecuencia de las percepciones de los sentidos exteriores; pero cuando tienen ese fin, nos deja vacíos y en una profunda insatisfacción. Los sentidos en la medida que los orientamos hacia el bien espiritual, son un camino de encuentro con lo valioso y eterno.
La felicidad que nos ofrece Jesús es fruto del bien y la verdad. Esto requiere que elijamos a Cristo y su Cruz como camino de crecimiento y entrega.
Oración: Señor, quiero vivir sólo para Ti, ayúdame a ignorar la crítica.
Contemplación:
-
Busco el placer inmediato… pero aumenta mi sed y mi insatisfacción.
-
«Yo te doy la Vida: sígueme. Te ayudo en las luchas internas y externas».
-
Quiero seguirte; renuncio al aplauso y a la euforia…
Acción: No buscar compensaciones ante la dificultad.
Hno. Javier Lázaro sc.
Deja una respuesta