Lectura: “«¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?… El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. …nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede»… «¿También ustedes quieren irse?»… Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna»” (Jn 6, 61-68).
Meditación:
Cuando nos conducimos sólo por la razón, apagamos la luz de la fe y anulamos el corazón; entonces tampoco vamos a creer en la presencia real de Cristo en la Eucaristía; lo vemos como un simple recuerdo. Necesitamos la mirada de la fe para creer en el Pan de Vida.
Aunque nuestros sentidos no alcanzan a captar la realidad, Cristo está presente en la Hostia consagrada y se nos da como comida espiritual. Cuando lo comemos con las debidas disposiciones nos transforma, Él nos asimila a nosotros, nos diviniza. Primero nos abrimos al Espíritu Santo para que prepare nuestro corazón.
Hay muchos que se han ido, siguen lo comprensible por la razón. Pero sólo Cristo nos ofrece la vida eterna, nos abre la esperanza; el cuerpo se va gastando; pero nuestro corazón con Cristo se llena de Vida y alegría.
Oración: Señor, dame el Pan de Vida, quiero que vivas en mí.
Contemplación:
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Creo en la presencia de Cristo en la Eucaristía, pero vivo el encuentro superficialmente, no me preparo…
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«Yo te doy mi Cuerpo, deja que te llene con mi amor».
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Quiero adorarte y que me transformes.
Acción: Buscar a Cristo en el sagrario.
Hno. Javier Lázaro sc.
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