Lectura: “Herodes se decía: «A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?». Y tenía ganas de ver a Jesús” (Lc 9,9).
Meditación:
Herodes no quiere ver a Jesús para su crecimiento personal; igual que su padre (Herodes el Grande), tiene miedo de que le saque protagonismo o poder. Pero en su torpeza, reconoce que hace cosas grandes en los otros; pero su corazón sigue cerrado. Herodes sabe que vive en la mentira y además siente la culpa de decapitar a Juan Bautista. Todas estas heridas no se sanan viendo milagros de Jesús; siempre requieren una actitud de conversión y de confianza en la gracia de Cristo.
Es muy posible que en la religión o en las prácticas espirituales busquemos sentirnos bien; pero nos olvidamos de buscar la voluntad divina. Con frecuencia queremos sensaciones, sentirnos bien; estamos encerrados en nuestro “yo” e ignoramos lo que espera Cristo de nosotros. Con este estilo de vida siempre quedamos insatisfechos, nada nos llena.
Podemos ver a Jesús, pero es preciso que despertemos el deseo de volver a Él en forma constante. No busquemos lo espectacular. El Espíritu Santo se nos manifiesta en las cosas sencillas, en la cotidianidad, en el servicio humilde al necesitado.
Oración: Señor, purifica mi corazón, dame la mirada de la fe.
Contemplación:
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Busco un cambio abrupto, pero sin esfuerzo personal…
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«Yo te llamo, pero respeto tu voluntad… espero que comprometas tu libertad y camines hacia Mí».
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Quiero seguirte, asumir mis dificultades y confiar en tu gracia…
Acción: Asumir una actitud de conversión.
Hno. Javier Lázaro sc.
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