Lectura: “La samaritana respondió: «¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!». Entonces Jesús le dijo: «Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!». Y en ese momento su hija quedó curada” (Mt 15,27-28).
Meditación:
El amor de Dios es infinito y contantemente se nos está dando; pero necesita la apertura de nuestro corazón, que confiemos plenamente en Él. En la medida que confiamos dejamos correr el torrente de su gracia en nuestra vida y tenemos fuerza para superar todas las dificultades. La fe es la respuesta acorde al deseo de Jesús de darse y entregarse, que nos permite acogerle.
La humildad, el saber que no somos dignos, porque somos pecadores y débiles, nos abre a la escucha de Cristo, al deseo de alimentarnos del Pan de Vida. La humildad nos permite superar la autosuficiencia y arrodillarnos frente a Jesús en la Eucaristía, que nos alimenta con su Cuerpo.
La hija de esta mujer representa la inmadurez de nuestra afectividad, que necesita ser sanada; la madre es signo de nuestro ideal de amar, dándonos con afecto, con ternura, de tender puentes de unidad interior, de equilibrio emocional, que acoge la realidad como un regalo.
Oración: Señor, dame un corazón humilde y confiado en tu Palabra.
Contemplación:
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Sufro afectivamente por mi autosufiencia y falta de fe.
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«Yo despierto tu corazón a la confianza; todo lo puedo sanar, solo déjate ayudar».
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Ven en mi ayuda, alimenta mi corazón con tu amistad.
Acción: Buscar a Cristo en la Eucaristía.
Hno. Javier Lázaro sc.
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