Lectura: «Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra» (Lc 12, 52-53).
Meditación:
Jesús nos dice: «He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo!». La amistad y la respuesta al llamado de Cristo cambia nuestro corazón; trae cierta revolución interior y en nuestro entorno, pues empezamos a sentir y hacer en forma diferente. Cuando seguimos a Cristo se despierta la esperanza y vivimos los valores del Reino.
Su amor es transformador, es como el fuego purificador, que nos permite dejar la superficialidad, para elegir la entrega y la caridad. Supone poner a Cristo en primer lugar en forma absoluta y para siempre. Solos no podemos, el Espíritu viene en nuestra ayuda, pero siempre necesita nuestra determinación firme.
Es un cambio que no todos lo entienden y especialmente los de nuestro entorno; por eso, Jesús nos anticipa que trae división. Pero cuando perciben nuestra alegría, nos convertimos en profetas y provocamos la invitación a revisar la escala de valores.
Oración: Señor, enciéndeme en el fuego de tu amor.
Contemplación:
- Mantengo las formas, lo que todos hacen… pero me siento insatisfecho y anclado.
- «Yo te llamo a una relación de comunión, deseo que vivamos en amistad».
- Soy tuyo… asumo tu voluntad… no me importa que los otros no me entiendan.
Acción: Caminar con Cristo.
Hno. Javier Lázaro sc.
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