Lectura: “Jesús les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro respondió: «El Mesías de Dios». Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Porque decía: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día»” (Lc 9, 20-22).
Meditación:
Según nuestra mentalidad vemos una paradoja. Por una parte, Pedro le reconoce como el Mesías, el Hijo de Dios, el Elegido por el Padre… Pero inmediatamente Jesús nos presenta su programa para nuestra salvación, morir crucificado y resucitar. Cristo no busca la libertad triunfalista… Nos muestra un camino que necesitamos asumir para alcanzar la verdad, que se realiza en la entrega.
El triunfo de Cristo se da en la Cruz. En nosotros, asumiendo las dificultades personales como camino de crecimiento interior y perdonando siempre a los que nos hacen el mal. Sólo así el Padre nos resucita interiormente, con una mirada compasiva y la decisión de alegrarnos en el bien.
Pedro puede responder, en nombre de todos y decir quién es Jesús, por la acción interior del Padre y del Espíritu; que también se hacen presentes en nuestra cotidianidad. Cuando vivimos en esta comunión profunda también podemos aceptar la contrariedad y resucitamos al bien.
Oración: Señor, enséñame a vivir en comunión con la Trinidad.
Contemplación:
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Me gusta el triunfalismo y lo fácil… y Tú me propones la Cruz…
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«Yo Soy la Vida… mi camino es la humildad y la entrega».
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Quiero seguir tu proyecto y vivirlo en mi corazón.
Acción: Buscar con humildad el compromiso.
Hno. Javier Lázaro sc.
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