Lectura: «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice: “¡Alegraos conmigo!”» (Lc 15, 4-6).
Meditación:
El amor de Cristo hacia cada uno de nosotros es personal, único, diferente, total, fiel,… hasta dar la Vida en la Cruz. El sabernos amados gratuitamente, sin mérito de nuestra parte, es el fundamento y el motor de la confianza y el compromiso que vivimos. Sabemos y vivenciamos que nos ama.
Jesús deja a las noventa y nueve ovejas, para buscar a la que se ha perdido, a la necesitada, a la herida… y la busca hasta que la encuentra, no descansa; su amor siempre es fiel. Y cuando la encuentra, la rodea de ternura y nueva vida.
Somos la oveja perdida, Jesús siempre nos está buscando. Es preciso que dé señales de que quiero encontrarme con Él y que aprenda a alegrarme con los otros, pues Cristo nos reúne como familia; a todos nos ha dado un corazón nuevo…
Oración: Señor, eres mi Buen Pastor, haz que no me separe de Ti.
Contemplación:
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Busco la libertad fuera del bien… me pierdo… vivo en la angustia.
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«Yo te busco… deseo que vivas en la familia de Dios».
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Quiero ser tuyo… solo Tú alegras mi corazón.
Acción: Alegrarme porque Cristo nos reúne a los perdidos.
Hno. Javier Lázaro sc.
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