Lectura: “El día que se revele el Hijo del hombre. Aquel día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en casa no baje a recogerlas; igualmente, el que esté en el campo, no vuelva atrás. Acordaos de la mujer de Lot. El que pretenda guardar su vida, la perderá; y el que la pierda, la recobrará” ( Lc 17, 30-33).
Meditación:
La misericordia y la fidelidad de Dios son eternas. Aunque no correspondamos a su amor, nos sigue amando; pues su ser es salir de sí para darse. A su vez, todos estamos llamados a acoger el don gratuito que nos llega, nos personaliza y plenifica como hijos amados.
Nosotros podemos corresponder por el compromiso, la entrega personal a Dios y a los otros, en el servicio gratuito. Pero sólo es auténtico cuando nos damos con determinación, para siempre, sin cambiar la decisión, aunque cambien las circunstancias o el otro no acepte que le amamos.
Cuando nos damos totalmente, gratuitamente y para siempre, hacemos que el otro exista en nuestra vida y lo ayudamos en su realización personal. El ejemplo más claro es la relación de los padres y los hijos; pero esto se extiende a la cotidianidad hacia las personas que nos rodean.
Oración: Señor, haz que acoja tu amor y pueda expresar mi entrega a los demás.
Contemplación:
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Caigo en la autosuficiencia, en el individualismo… creo que todo depende de mis fuerzas…
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«Yo te llamo a existir feliz…».
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Quiero acoger tu amor gratuito y darme.
Acción: Reconocer que existo para acoger y darme.
Hno. Javier Lázaro sc.
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