Lectura: “Le anunciaron a Jesús: «Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren verte». Pero él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican»” (Lc 8, 20-21).
Meditación:
Le dicen a Jesús que su Madre y sus hermanos están afuera. Pero en realidad y sobre todo la Virgen María, está muy adentro, habita en su Corazón. Aunque predica a las multitudes, no se olvida a sus seres queridos, los tiene siempre presentes. Pero la madurez afectiva y el deseo de seguir la voluntad del Padre, le llevan a abrirse a la universalidad, no vive un amor polarizado por una persona en particular.
Jesús nos explica que hay una vinculación más fuerte que la consanguinidad; es la de seguir juntos la voluntad del Padre, poner nuestra libertad en la realización del máximo bien, viviendo la verdad y el amor. Cuando juntos buscamos la voluntad divina se generan lazos de fraternidad inquebrantables.
Hay una premisa necesaria, aprender a escuchar la voz del Espíritu, para entonces discernir la voluntad de Dios. Pero siempre es un salir de nuestro “yo”, para poner la mirada en Cristo, que nos da la identidad y nos infunde la confianza necesaria para ser felices.
Oración: Señor, haz que escuche tu voz y siga tu voluntad.
Contemplación:
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Deseo silenciar los ruidos de mi “yo” egoísta para escuchar y poner mi libertad en Ti.
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«Yo te llamo, eres mi hermano, te doy la fecundidad del Reino».
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Soy de tu familia… ¡tuyo para siempre!
Acción: Escuchar a Jesús.
Hno. Javier Lázaro sc.
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