Lectura: «¿Con quién puedo comparar a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen? Se parecen a esos muchachos que están sentados en la plaza y se dicen entre ellos:»¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!»… Pero la Sabiduría ha sido reconocida como justa por todos sus hijos». (Lc 7, 31-32.35).
Meditación:
La indiferencia y la rutina en la vida espiritual es una forma de muerte interior; pues en cierto modo no está implicado el corazón y todo se hace en forma autómata, sin dar un sentido profundo. En estas condiciones podemos decir que la relación con Dios y con los otros está muerta.
Vemos los gimnasios llenos de gente que ejercitan ciertos músculos. Pero nos hemos olvidado de ejercitar el corazón, que está llamado a una interacción constante con Dios, con los otros y con nosotros mismos.
Es preciso ejercitar la capacidad de sorpresa; dejar que nuestro corazón se emocione ante los colores de una flor, ante la inmensidad de una noche estrellada, ante las mociones que recibimos del Espíritu… Todo es gracia, regalo de Dios, que no podemos dejar pasar. En todo momento estamos llamados a agradecer y alabar…
Oración: Señor, haz que me conmueva ante las alegrías y penas de los otros.
Contemplación:
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Me dejo llevar por el activismo… siempre estoy en el centro … y me olvido de tu presencia.
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«Yo te comunico la Vida … no te dejes llevar por el frenesí de la acción».
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Quiero vivir solo para Ti.
Acción: Conmoverme ante la belleza interior.
Hno. Javier Lázaro sc.
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