Lectura: “«Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?». Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Y Jesús le dijo: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo»” (Mt 16, 15-17).
Meditación:
La comunicación profunda con Cristo, hace que descubramos lo que el Espíritu nos va regalando en el corazón. Jesús pide a sus discípulos una respuesta al preguntarles, “¿quién dicen que soy?”. Que podamos confesar quién es Él, nos permite descubrir nuestra grandeza y dignidad como hijos amados de Dios.
Pedro, hoy somos cada uno. Cuando decimos que Cristo es el Hijo de Dios, empezamos a vivir esta vinculación con el Padre; pues por el bautismo hemos sido injertados en Jesús, recibimos su Vida, formamos su familia, entramos en comunión con la Trinidad.
Jesús espera la respuesta de nuestra parte, con un corazón: lleno de afectos, con el deseo de entrega, identificándonos con Él en la caridad, confiando en su misericordia, dejando que el Espíritu obre en nosotros y eligiendo a los otros como hermanos, pues somos hijos del mismo Padre.
Oración: Señor, haz que mi corazón te confiese como el Hijo de Dios y mi Hermano.
Contemplación:
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Esperas una relación de corazón a Corazón y yo te respondo desde lo social y racional.
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«Yo te enciendo en mi Amor y te llevo al Padre».
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Quiero seguirte escuchando los latidos de tu Corazón.
Acción: Expresar lo que el Padre me regala.
Hno. Javier Lázaro sc.
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