Señor, haz que viva en tu amistad y reconozca tu voz

Lectura:

“Se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo.  Jesús dio un profundo suspiro y dijo: «¿Por qué esta generación reclama un signo? En verdad os digo que no se le dará un signo a esta generación»” (Mc 8, 11-13).

Meditación:

Nuestra falta de fe nos lleva a pedir o buscar razones de la existencia o del proceder de Dios. Nuestra inteligencia no alcanza a comprender el misterio divino; Dios obra gratuitamente, nos ama libremente, nosotros no lo merecemos. Es preciso dejarnos sorprender por las cosas sencillas de la creación.

Necesitamos retirarnos frecuentemente al silencio, al desierto, donde el Espíritu Santo nos comunica lo que necesitamos saber o vivenciar. Nos infunde la gracia, la vida de Dios, sin saber cómo, nos sabremos hijos amados del Padre y nos espera en el Banquete celestial. Nuestro corazón tiene sed de infinito, está inquieto, … en definitiva nos busca haciéndonos buscar su presencia.

La familiaridad con Jesús, nos permite reconocer su voz. En forma continua nos está hablando, nos da mociones, que nos impulsan a buscarlo, al deseo de ayudar a los hermanos y a una continua conversión.

Oración:

Señor, haz que viva en tu amistad y reconozca tu voz.

Contemplación:

Veo como Jesús viene a mi encuentro… responde mis dudas de fe… me dejo mirar… me infunde fuerza y confianza… despierto mi corazón… siento necesidad de seguirlo, de estar cerca… me dejó guiar por su Palabra.

Acción:

Que salga de mis dudas por la mirada de la fe y la oración.

Hno. Javier Lázaro sc

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