Lectura: “¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo?” (Lc 6, 41-42).
Meditación:
Gastamos mucha energía y generamos ansiedad, al compararnos con los demás, tratando de justificar nuestras debilidades con los fallos de los otros. Olvidamos que el Padre nos quiere a cada uno en forma única, singular y total. Todos somos diferentes, Cristo nos ha elegido y nos ama así; es preciso confiar y mirar hacia adelante.
Jesús nos pide practicar la corrección fraterna, pero con caridad, buscando sólo el bien de los demás; mirando que no tengamos el mismo defecto que queremos corregir en los otros. Normalmente proyectamos sobre los demás nuestras limitaciones. Necesitamos humildad para reconocernos débiles y pedir la gracia del Espíritu para superarnos.
Antes de corregir o señalar algún defecto del prójimo estamos llamados a rezar por él y hacer alguna mortificación. Es preciso encontrar las palabras, el momento y la forma adecuada para no faltar a la caridad. Pero la clave está en corregir con el testimonio personal.
Oración: Señor, haz que viva la caridad en mi relación con los otros.
Contemplación:
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Veo que tengo defectos… pero me justifico, porque los otros también los tienen.
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«Yo te amo y te elijo a ti… confía en mi gracia».
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Quiero ser santo y ser testimonio para los demás.
Acción: Reconocer mis debilidades.
Hno. Javier Lázaro sc.
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