Lectura: “Para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Isaías: «Este es mi servidor, a quien elegí, mi muy querido, en quien tengo puesta mi predilección. Derramaré mi Espíritu sobre él y anunciará la justicia a las naciones. No discutirá ni gritará, y nadie oirá su voz en las plazas…»” (Mt 12, 17-19).
Meditación:
El evangelista San Mateo nos recuerda la descripción que ya hace el profeta Isaías referida a Jesús, 600 años antes de su llegada. De esta forma nos permite descubrir la fidelidad de Dios a sus promesas y además nos muestra cómo es el Corazón del Padre. El relato hace hablar al Padre y nos dice cómo se aman las tres personas de la Trinidad, de quien brota toda relación buena entre nosotros.
Dios, el Padre, hace que su Hijo, el amado y el predilecto, se convierta en nuestro servidor, sea una bendición. Nosotros también hemos sido elegidos por Cristo, para ser servidores, hacer de nuestra vida un don para los otros.
Aunque nos veamos débiles, Cristo nos hace fuertes, enviándonos el Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, es su amor. Ahora nos llaman a ser levadura buena del Reino entre las personas que nos rodean, generando fraternidad y unidad.
Oración: Señor, hazme servidor de mis hermanos.
Contemplación:
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Me has elegido, soy hijo del Padre y me colmas de tu Espíritu.
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«Yo siempre soy fiel a mis promesas. Te necesito para que seas mi mensajero, que vivas mi Reino».
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Quiero vivir solo para Ti, me has consagrado…
Acción: Ser servidor de Cristo.
Hno. Javier Lázaro sc.
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