Lectura: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró… Córtala. ¿Para qué va a perjudicar el terreno?”. Pero el viñador respondió: “Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y la abonaré, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar”» (Lc 13,6-8).
Meditación:
Somos la higuera, Cristo es el viñador y busca frutos buenos en nuestro corazón. Nos ha plantado en medio de la viña, somos totalmente diferentes a todos los demás; no nos podemos comparar con nadie. Estamos en un entorno cuidado, en la viña, signo de la alegría… pero nosotros tenemos que dar los frutos propios de nuestra condición de elegidos e hijos del Padre.
Las hojas de la higuera son grandes, hay que entrar en su exuberancia, en la interioridad, para ver los frutos. Cristo nos habita en el corazón, nos conoce, sabe todo… no podemos engañar con las apariencias o falsas promesas.
Pero nos da una nueva oportunidad, va remover los malos hábitos que vivimos, pero necesita nuestra determinación de dejar el pecado; nos abona con su gracia y nos llena con su presencia, pero es preciso que lo acojamos y vivimos en su amistad.
Oración: Señor, prepara mi corazón para que dé frutos buenos.
Contemplación:
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Me dejo llevar por las apariencias… busco el halago de los otros.
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«Yo vivo en tu corazón, te doy vida para que des frutos de caridad y entrega».
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Quiero recibir tu gracia y vivir para Ti.
Acción: Ayudar a otros en silencio.
Hno. Javier Lázaro sc.
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