Lectura: “Le trajeron entonces a unos niños para que les impusiera las manos y orara sobre ellos. Los discípulos los reprendieron, pero Jesús les dijo: «Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a mí, porque el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos»” (Mt 19, 13-14).
Meditación:
Imponer las manos y orar por los niños, dos acciones que como educadores necesitamos ejercer en forma continua, pues como padres o docentes no tenemos todas las respuestas. Pedir el Espíritu Santo sobre los niños, que: les infunda sabiduría divina, que les llene de gracia, que escuchen la voz divina en su corazón, que se sientan agradecidos, que vivan la confianza y la alegría.
“Orar por los niños” es una actitud de entrega, buscando su bien más absoluto. Antes de un juego, una actividad didáctica, un compartir la mesa o escuchar lo que nos van a decir, necesitamos elegirlos interiormente. La primera comunicación, aunque es silenciosa, es la oración; pues ya los elegimos y acogemos en nuestro corazón.
Eludimos estas dos actitudes por el activismo, siempre estamos ocupados, incapacitados para la escucha. Pero además, no cuidamos el corazón de los niños cuando los “entretenemos”, abandonándolos a la acción de las redes sociales.
Oración: Señor, cuida mi corazón y protege la candidez de los niños.
Contemplación:
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Siento que constantemente tengo que hacer cosas y olvido cultivar mi interioridad.
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«Yo te envío a los niños y jóvenes, cuida su corazón».
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Soy tu enviado, dispón mi corazón para el encuentro y la escucha.
Acción: Rezar por los niños.
Hno. Javier Lázaro sc.
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