Lectura: “«Entonces, ¿quién podrá salvarse?». Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible»… «Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna»” (Mt 19, 25-29).
Meditación:
Cuando algo no “cabe” en nuestra cabeza, habitualmente lo desacreditamos. Así, en realidad, no creemos que Dios es todopoderoso. Cada día Dios manifiesta su grandeza y amor. Es suficiente observar el cosmos o una flor, para descubrir que Él está ahí. Pero busca nuestra colaboración y comunión; quiere que libremente le dejemos obrar en nuestro corazón, abriéndonos a la conversión.
Estamos llamados a salir de la resignación de los defectos, pues con la gracia de Dios podemos cambiar; Él nos hace nacer de nuevo. Para Él todo es posible. Ahora nos llama y es posible que no sepamos cómo responder. Sólo pongámoslo en el primer lugar.
Cuando Cristo ocupa el centro de nuestro corazón, podemos seguirlo y amar de una forma real, sin apropiarnos de nadie. Seguir a Cristo nos asegura los tesoros de amor de su Corazón, gozar de su amistad, vivir confiados y formar comunidad.
Oración: Señor, que tu gracia me alcance y mi corazón te responda.
Contemplación:
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Siento que me llamas a seguirte… pero no me determino, poniendo como excusa a las personas más cercanas…
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«Yo te llamo y te envio, para que ofrezcas lo mejor de ti».
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Quiero seguirte y anunciar tu Reino.
Acción: Dejar que el Espíritu obre en mí.
Hno. Javier Lázaro sc.
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