Lectura: “«Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca». Respondió Simón y dijo: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes». Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse” (Lc 5, 4-6).
Meditación:
Solos no podemos hacer nada, nuestro trabajo es infecundo… Solo la comunión con Cristo, cuando le nombramos Capitán de nuestro corazón, hace que nuestro trabajo sea fecundo y podemos dar frutos según el Espíritu. Jesús trae el Reino… Quien entiende de pesca es Pedro; pero ahora el encuentro con Cristo, le eleva en su misión, le hace pescador de hombres.
Pedro queda asombrado y lo sigue. Sabe que no se puede fiar de su intuición; hay Alguien que está por encima. Pedro se rinde con humildad, obedece, aunque va contra toda lógica racional; se deja conducir interiormente, aunque exteriormente siga haciendo lo mismo, pero con un sentido nuevo.
En el Reino de Dios podemos entrar todos. Las redes, aunque parezca que se revientan, en realidad se ensanchan, pues el amor de Dios es infinito. También nos acoge con nuestras miserias y debilidades, su amor nos sana.
Oración: Señor, quiero que seas el Capitán de mi corazón.
Contemplación:
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Busco resultados que valoran otros… pero ignoro los frutos que me da el Espíritu.
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«Yo estoy contigo… te envío para que des frutos abundantes».
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Quiero trabajar solo a tu manera, e ir a lo profundo.
Acción: Invitar a otros a vivir el Reino.
Hno. Javier Lázaro sc.
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