Señor, solo quiero vivir para Ti

Meditación:

El Reino de Dios se destaca por su belleza y hermosura. A quienes buscamos vivirlo, nos engrandece el corazón, nos llena de luz, de bondad y de gozo; siempre supone amor filial al Padre y vivencia de la fraternidad; estrecha los vínculos, dando libertad a todos; nos abre a la esperanza, pues siempre caminamos hacia la plenitud, que no tiene límite. Supone la participación en la comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Al contrario, el reino del mundo nos agobia con sus imposiciones; es algo ficticio y pasajero; nos degrada como personas, nos ciega con lo material y el hedonismo; nos hace creer que somos el centro del mundo, llevándonos a una competencia fratricida.

No podemos servir a dos reinos. El Reino de Dios exige exclusividad, totalidad; por eso en la parábola el comerciante vende todo lo demás. El Reino supone educar el corazón para ser sensibles a las realidades espirituales y no quedar confundidos con las apariencias. Cristo nos ha comprado con su Sangre.

Oración: Señor, solo quiero vivir para Ti.

Contemplación: 

  • Acumulo cosas, busco prestigio, me dejo llevar por las sensaciones… pero todo me impide aspirar a lo grande.

  • «Yo te he elegido y te infundo mi Espíritu… tienes mi vida divina».

  • Quiero seguirte y dejarme sorprender por tu amistad.

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