Lectura: “Luego dijo a sus servidores: «El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él. Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren». Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados” (Mt 22, 8-10).
Meditación:
Cristo ha venido a la tierra para desposarse con la humanidad y más específicamente con la Iglesia, que ha aceptado seguirlo. La relación de desposorio es una vinculación con el otro (mujer, hermano, madre, amigos…) que nos impulsa a entregarnos y a acoger al otro buscando su bien. La conyugalidad, es exclusiva de la relación de un hombre y una mujer.
Todos somos invitados a participar del banquete nupcial, nosotros mismos somos desposados; pero necesitamos corresponder con generosidad. Hay muchos que no pueden comprometerse, entonces se quedan en la eterna insatisfacción, pues viven lo provisorio y se relacionan con cosas, no con personas.
Son invitados los buenos y los malos, pues el Espíritu siempre nos puede sanar todas las heridas del pasado. Necesitamos aceptar el traje de la caridad que nos regala, entonces todo nuestro interior cambia y la mirada hacia los otros es fraterna.
Oración: Señor, me has llamado, solo soy tuyo y para siempre.
Contemplación:
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Busco amistades que son tóxicas o cosas que me ciegan y no me permiten verte.
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«Yo te busco… te doy un corazón nuevo… confía; soy siempre fiel».
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Quiero seguirte y dejarme transformar por tu mirada.
Acción: Dejarme encontrar y alcanzar por Cristo.
Hno. Javier Lázaro sc.
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