Señor, tu me has elegido y enviado; todo es tuyo

Lectura:

“Les aseguro que el servidor no es más grande que su señor, ni el enviado más grande que el que lo envía. …; yo conozco a los que he elegido… el que reciba al que yo envíe, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me envió” (Jn 13, 16-20).

Meditación:

Siempre corremos la tentación de buscar el protagonismo o que los demás nos reconozcan lo que hacemos y así quedamos insatisfechos. Cuando cultivamos la humildad sabemos que nosotros sólo somos instrumentos del Espíritu.

A medida que nos apropiamos del mensaje de Cristo y lo exponemos como propio, ya le estamos quitando su fuerza y vitalidad. Cuando somos dóciles y hablamos guiados por el Espíritu, entonces también somos canales de la gracia divina. Cuando los otros nos agradecen estamos llamados a reorientar todo para la gloria de Dios.

Jesús conoce nuestras carencias afectivas, por eso nos llena de su paz, nos hace vivenciar su amistad y cercanía. Ya no necesitamos mendigar aprecio o valoración, pues somos amados por un amor infinito y para siempre. Aprendamos a alegrarnos alabando a Dios, cuando los otros buscan su conversión y volver hacia Jesús.

Oración:

Señor, tu me has elegido y enviado; todo es tuyo.

Contemplación:

  • Con frecuencia busco el aplauso de los demás… olvido que Tú me has elegido y enviado.
  • Yo te llamo y vamos juntos a anunciar el Reino, te doy la gracia porque quiero que des frutos abundantes.
  • Sólo quiero buscar tu gloria y vivir para Ti.

Acción:

Ser agradecido por trabajar con Cristo.

Hno. Javier Lázaro sc

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