Señor ven a mi corazón, quiero ser tuyo

Lectura:

“El que viene del cielo está por encima de todos…El que recibe su testimonio certifica que Dios es veraz. El que Dios envió dice las palabras de Dios, porque Dios le da el Espíritu sin medida. El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en sus manos” (Jn 3, 31-35).

Meditación:

Jesús es Dios y Hombre. Como hombre asume nuestra realidad en todo menos en el pecado; nos entiende y se compadece. Como Dios, todo lo que nos propone hace que sea infinitamente superior a todo lo que podamos imaginar o pensar. Su Palabra es la propuesta de vida eterna y de gozo sin fin.

Al recibir su Palabra acogemos también al Espíritu Santo, la gracia, la vida divina. Confiar en Cristo nos ayuda a desprendernos de todas las seguridades humanas y materiales. Si lo tenemos a Él, lo tenemos todo. La pobreza de espíritu es confiar plenamente en Dios.

El Padre ama al Hijo y Éste al Padre; de este darse continuo procede el Espíritu Santo (son las procesiones de la Trinidad), que se extienden a nuestra vida. Nosotros estamos llamados a darnos a Dios y a los hermanos. En la entrega nos realizamos y encontramos la alegría.

Oración:

Señor ven a mi corazón, quiero ser tuyo.

Contemplación:

Jesús, veo tu mirada, observo el amor que tienes al Padre… la seguridad que recibes del Padre… me sorprendes con tu entrega por mí… Yo, el Padre y el Espíritu Santo, existimos en perfecta unidad, en la entrega y acogida perfectas…

Acción:

Darme en el servicio a los demás. 

Hno. Javier Lázaro sc

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