Lectura: “Al ver Jesús a la viuda, se conmovió y le dijo: «No llores». Después se acercó y tocó el féretro. Los que los llevaban se detuvieron y Jesús dijo: «Joven, yo te lo ordeno, levántate». El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre” (Lc 7, 13-15).
Meditación:
Jesús tiene Corazón divino y humano. Puede interpretar todos nuestros sentimientos; se emociona cuando le expresamos nuestro cariño; todo se lo traslada al Padre y nos comunica sus emociones. Ante las lágrimas de la viuda de Naín, Jesús se conmueve; no es indiferente, se deja afectar en lo más íntimo de su ser. Nosotros le importamos, está atento a todo lo que nos hace sufrir o nos alegra.
Es necesario que le hagamos partícipe de lo que nos preocupa; pues siempre nos responde. Jesús ve la soledad de esta mujer, aunque va rodeada de gente; nosotros podemos conversar con mucha gente, pero nos podemos sentir solos afectivamente, pues no tenemos a nadie que nos ayude a interpretar lo que sentimos.
Es tarea de cada día salir de nosotros mismos y expresar lo que sentimos con confianza a las personas indicadas; cuando nos encerramos sobre nosotros mismos, en cierto modo vivimos la muerte interior.
Oración: Señor, escucha mis gemidos, ven en mi ayuda.
Contemplación:
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Me siento extraño en medio de la gente… pues sobreactúo, vivo de la imagen.
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«Yo te conozco, te escucho… confía. Te infundo vida».
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Quiero descansar en Ti… te entrego todo, purifícame y consuélame.
Acción: Acoger y escuchar al otro compasivamente.
Hno. Javier Lázaro sc.
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