Un Niño que transforma

El acontecimiento más importante de nuestra historia es que Dios se ha hecho Hombre. 

Este hito se completa con su muerte y resurrección. Dios nos llama a participar de su vida divina eternamente. La segunda Persona de la Trinidad, el Hijo, viene a nosotros. Se hace nuestro hermano, une nuestra vida a la suya y nos lleva al Padre como hijos amados.

Jesús, al venir, elige el camino de la humildad y la sencillez. Como toda persona, nace del seno de una Madre, concebido por obra del Espíritu Santo. Se aloja en la familia de la Virgen María y José, quienes se convierten en modelo de toda familia entre un hombre y una mujer, por su entrega gratuita.

Es Navidad. Jesús viene a nacer en nuestro corazón, quiere embellecernos con su amistad y es el Camino que estamos llamados a recorrer para realizarnos humanamente en plenitud. La amistad con Él es una escuela para la comunión con los otros. El vínculo con Cristo nos da unidad interior, llenándonos de paz y alegría. Con facilidad, sin embargo, podemos quedar anestesiados por el consumismo o por algún programa de vacaciones, olvidando la presencia de Cristo. Como consecuencia, llega la insatisfacción y el vacío.

Es tarea de cada día despertar el corazón e ir al encuentro del Niño Jesús. Su dulce Corazón nos hace sentir su compasión, que nos acoge tal como somos, sin imponernos condiciones. Solo busca que nos dejemos querer. Entonces reconocemos la fuerza que recibimos para darnos en servicio a los demás.

La Navidad nos habla de recogimiento y silencio, de alegría y fiesta, de pequeñez y grandeza, de noche y Luz, de paz y visitas ilustres. Son vivencias que necesitamos cultivar para entrar en un clima de celebración y gozo interior.

Cristo se encarna en nuestro corazón cuando asumimos sus actitudes y nos dejamos conducir por el Espíritu. Esto supone renunciar a los gustos del momento para identificarnos con Él, hacer espacio para escuchar a los demás, y sabernos pequeños e inútiles sin la ayuda de su gracia.

A su vez, permitimos que el Niño Jesús nos dé sus ojos para ver a los demás como hermanos, sus manos para bendecir y desear el bien a todos, sus oídos para escuchar su voz y ser dóciles a su llamado, a su Madre para que sea también nuestra para siempre, su Corazón para tener compasión hacia los necesitados, su mirada misericordiosa para amar y sanar todas las heridas, y su filiación divina para sentirnos nacidos de su amor.

Navidad es un tiempo de sorpresas, de sabernos elegidos por un amor infinito que se hace Niño para llegar a todos los rincones de nuestro ser. Correspondemos a esta entrega sirviendo a los demás con alegría.

¡Feliz Navidad!
¡Próspero Año 2025!

Hno. Javier Lázaro sc.

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