Lectura:
“Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí. Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio” (Jn 15, 26-27).
Meditación:
El Espíritu Santo procede de la efusión de amor del Padre y del Hijo; se nos da para que vivamos la vida divina. Cristo lo envía, pero hace falta que preparemos el corazón y lo recibamos. Tal vez estemos buscando alguna experiencia mística por nosotros mismos y dejemos fuera al Espíritu Santo, que es quien regala los sentimientos divinos.
El Paráclito, es el abogado defensor. En la sociedad tendremos dificultades e incomprensiones, pero es el Espíritu el que nos da la fuerza y las palabras para defendernos; por eso nuestra vocación es la paz, seguros de que tenemos la ayuda del Espíritu. Él ha puesto la mirada en nuestro corazón, necesitamos invitarlo a que tome el protagonismo en la acción.
El Espíritu Santo siempre nos manifiesta el amor del Padre y del Hijo; a su vez, nos ayuda a ser testigos de la fe, mártires dispuestos a dar la vida por Cristo.
Oración:
Ven Espíritu Santo llena los corazones de tus fieles y enciéndenos en el fuego de tu amor.
Contemplación:
- Me pides que sea tu testigo en el mundo, pero tengo miedo y soy cobarde…
- Yo te doy el Espíritu Santo, que te fortalece y da valor para proclamar la verdad…
- Confío, quiero ser instrumento del Espíritu…
Acción:
Que el Espíritu Santo sea el protagonista de todo.
Hno. Javier Lázaro sc