Lectura: “Tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas” (Mt 14, 19-20).
Meditación:
Seguro que nos sentimos limitados en nuestras posibilidades y capacidades para cambiar…; pero Jesús acepta lo que le demos, todo lo bueno por la acción del Espíritu lo transforma, lo engrandece, lo embellece, lo da un sentido transcendente… Recibe también lo malo, nuestros pecados, la indiferencia… para darnos su misericordia infinita y un corazón ardiente que ame y viva en la alegría. Lo importante es que vivamos en actitud de desprendimiento.
Jesús recibe los cinco panes y dos pescados de las manos de un niño; de alguien que tiene buenas intenciones, pero no sabe cómo actuar. A través de este principio de generosidad, que parte de un corazón cándido y puro, puede hacer el milagro de la multiplicación de los panes.
Tenemos algo para dar, pero necesitamos abrir el corazón, que seguro es el comienzo de una relación de comunión con los demás. Ante el hambre espiritual podemos anunciar el Reino de Cristo.
Oración: Señor, dame un corazón generoso, que confíe en tu Palabra.
Contemplación:
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Me quejo de muchas carencias o cosas que están mal… pero no hago nada.
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«Yo necesito que vayas en mi Nombre y te pongas al servicio de los otros».
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Toma todo, tú me lo has dado.
Acción: Hacer el bien con Cristo.
Hno. Javier Lázaro sc.
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