Lectura: «El que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud» (Mt 20, 26-28).
Meditación:
El Reino de Dios se vive y se alcanza siendo servidor, acogiendo el bien que nos dan con humildad y gratitud. Nadie tenemos derecho, nos lo da Dios sin mérito de nuestra parte. El Padre nos da la Vida porque quiere; Cristo nos redime, nos hace sus hermanos sólo porque Él se ha ofrecido voluntariamente, entregándose en la Cruz; el Espíritu Santo nos santifica, nos da su fuerza, porque busca la unidad y la fraternidad.
En la sociedad se escalan puestos y se habla de derechos. Pero en el Reino que nos propone Jesús, nos llama a ayudar al otro sin llevar cuenta; a mirarlo siempre con compasión, dándonos y entregándonos.
En la medida que asumimos alguna responsabilidad en la familia o en la comunidad, buscamos estar atentos a todos, aceptando a cada uno como es; los amamos con sus debilidades y respetando su libertad. Evitamos toda arrogancia o búsqueda del aplauso, que nos apartaría de la caridad.
Oración: Señor, enséñame a servir con humildad y generosidad.
Contemplación:
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Me deprimo cuando los otros no me valoran, me creo superior a los demás.
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«Yo Soy tu servidor, te llamo a mi Reino para ayudar a los otros».
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Quiero seguirte sirviendo y buscando solo tu gloria.
Acción: Disponer el corazón para acompañar.
Hno. Javier Lázaro sc.
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