Señor, abre mi corazón a la belleza de tu gloria, para que lleve tu alegría a los demás

Lectura:

“Luego los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles: «No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco tengáis dos túnicas cada uno. …Se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando la Buena Noticia y curando en todas partes” (Lc 7, 2-6).

Meditación:

En la sociedad actual necesitamos dinero para resolver las necesidades básicas. Pero las cosas materiales no resuelven los problemas de fondo de las personas; pues el corazón humano tiene sed de infinito, de anuncio de la Buena Noticia. Todos buscamos la salvación definitiva.

Las expectativas triunfalistas del avance tecnológico nos engañan, seduciéndonos con la velocidad, pero sin saber dónde nos lleva. Como discípulos de Cristo estamos llamados a despertar la esperanza, que unifica el corazón, que nos une como hermanos. La esperanza puede sanar las heridas del pasado y nos ofrece el futuro lleno de vida, que no se acaba.

Jesús nos llama a confiar en la providencia divina; no nos confiemos en lo tangible o cuantificable. Él despierta nuestro corazón a lo grande y a la amistad universal; necesitamos abrirnos a la sorpresa; Dios nos quiere dar infinitamente más de lo que podemos imaginar.

Oración:

Señor abre mi corazón a la belleza de tu gloria, para que lleve tu alegría a los demás.

Contemplación:

  • Llevado por el miedo, soy precavido, trato de reunir lo necesario.
  • Yo me ocupo de todo; sé prudente, pero confía.
  • Quiero guiarme por tu providencia.

Acción:

Despertar a la esperanza a los demás.

Hno. Javier Lázaro sc

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