Lectura:
“No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir a ti personalmente. Di una palabra y mi criado quedará sano” (Lc 7, 6-7).
Meditación:
El centurión es un jefe que tiene a su mando cien soldados romanos. Es un hombre con poder, pero se considera indigno de recibir la visita de Jesús, para curar a su criado. Pero cree en la fuerza y la autoridad de su Palabra. Jesús pronuncia su Palabra sobre nosotros, también nos puede sanar, si le dejamos que obre en nuestro corazón.
Tenemos libertad y dominio sobre nosotros mismos; pero con frecuencia alguna de nuestras facultades (criado) también se enferma. El cansancio, la falta de motivaciones y los pensamientos desordenados, algunas veces nos confunden. Es preciso acercarnos con confianza y permitir que nos toque… leyendo su Palabra, reflexionando en forma de oración…
En la medida que dejamos resonar la Palabra en nuestro corazón, desechamos otras tentaciones y empezamos a ser nosotros mismos. La Palabra es vida, siempre nos sorprende; sólo necesitamos escuchar con cariño y poniendo toda nuestra atención en lo que quiere comunicar.
Oración:
Señor, dame la mirada de la fe para escuchar tu Palabra y sana mi corazón.
Contemplación:
- Tengo miedo de recibirte en mi corazón…
- Yo voy a Ti, de forma suave, no invasiva, te lleno de luz y de Vida.
- Ven, lléname con tu Palabra.
Acción:
Todos los días orar con la Palabra.
Hno. Javier Lázaro sc