Lectura:
“Se le acercó por detrás una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años, y le tocó los flecos de su manto, pensando: «Con sólo tocar su manto, quedaré curada». Jesús se dio vuelta, y al verla, le dijo: «Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado». Y desde ese instante la mujer quedó curada” (Mt 9, 20-22).
Meditación:
Jesús está en camino para resucitar a una niña que acaba de morir. En el trayecto, una mujer enferma, se acerca en silencio y le roza el manto. Se anima por la fe y la confianza, aunque siente miedo y no quiere molestar. No se pone en primer lugar.
La niña en su enfermedad e inmadurez, no puede acercarse a Jesús; es la fe de sus padres lo que les lleva a pedir ayuda de una forma pública. En el caso de la mujer adulta, se acerca en silencio, sin llamar la atención… y es Jesús quien se da vuelta y la mira, busca sus ojos y el encuentro personal.
Por supuesto que Jesús cura a esta mujer y la hace entender que puede establecer vínculo personal con Él; es una mujer amada y libre.
Oración:
Señor, haz que te busque con fe y confíe en tu alegría.
Contemplación:
- Con frecuencia estoy resignado… viendo mis debilidades, creo que no tengo remedio.
- Yo Soy la Vida, deja que te mire y sane tu corazón; puedes amar de verdad y vivir la fraternidad.
- Quiero estar en tu amistad… eres el único que me salva.
Acción:
Buscar a Jesús.
Hno. Javier Lázaro sc