Señor, mi corazón sólo te pertenece a Ti, ahora y en la eternidad

Lectura:

“Entonces se parecerá el reino de los cielos a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes. Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite; en cambio, las prudentes se llevaron frascos de aceite con las lámparas” (Mt 25, 1-4).

Meditación:

El Hijo de Dios, se solidariza con la humanidad y se hace Hombre, para redimirnos del pecado. Pero no se queda en una simple reparación; ahora ha llevado a lo más profundo la relación y se desposa con cada uno de los bautizados. Cristo es el esposo, recibe a la Iglesia como esposa, donde estamos nosotros.

El matrimonio es una entrega mutua, que exige cultivo de los afectos del corazón y la realización del bien. En la parábola las vírgenes necias, son las que no cultivan la afectividad, dejan apagar el deseo del encuentro, son indiferentes… No se alimentan del aceite de la amistad de la oración.

Las vírgenes prudentes, somos los bautizados, que ante la espera, aprovechamos para despertar el deseo de la amistad con Cristo; que viven como si Él estuviese presente en todo momento, se visten el traje de la caridad y regalan la alegría.

Oración:

Señor mi corazón sólo te pertenece a Ti, ahora y en la eternidad.

Contemplación:

  • Por mi falta de fe, vivo sin esperarte, sin ilusión… soy frío con los otros.
  • Yo siempre estoy llegando a tu corazón y te embellezco con mi amistad.
  • Quiero que me desposes, me unas a Ti.

Acción:

Despertar los afectos.

Hno. Javier Lázaro sc

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