Señor, que yo siga, sin importar dónde me lleves pues me amas

Lectura:

“Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir … que debía ser condenado a muerte y resucitar…Pedro lo llevó aparte …, diciendo: «Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá». Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres»” (Mt 16, 21-23).

Meditación:

Jesús anuncia el misterio central de nuestra fe: la muerte y resurrección. Pero Pedro no admite que pueda sufrir y ser crucificado; seguramente llevado por sentimientos muy humanos. Entonces Jesús nos dice que el camino de la madurez y la plenitud, supone la renuncia a otras cosas aparentemente buenas.

Dios nos quiere con un amor absoluto e infinito; por tanto, necesitamos asumir sus criterios y renunciar a nuestro sentimentalismo o búsqueda de lo fácil. La mirada la tenemos que poner en lo más grande y sublime para identificarnos con Cristo.

Él sólo quiere cumplir la voluntad del Padre, que nos quiere mostrar su amor total. Ahora no se fija si los medios son costosos o no. Su objetivo es vivir en unidad con el Padre y renuncia a su comodidad y prestigio social, pues muere como un malhechor.

Oración:

Señor, que yo te siga, sin importar dónde me lleves, pues me amas.

Contemplación:

  • Quiero vivir para Ti, pero te impongo condiciones.
  • Yo Soy la Vida; quien no me sigue… pierde su vida.
  • Dame fuerza para que te siga.

Acción:

Seguir a Cristo, sin medir esfuerzos.

Hno. Javier Lázaro sc

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