Señor, ven a mi corazón y acoge la ofrenda de mi vida

Lectura:

«Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque los odres revientan, el vino se derrama y los odres se pierden. ¡No, el vino nuevo se pone en odres nuevos, y así ambos se conservan!» (Mt 9, 17).

Meditación:

Jesús nos habla de una relación nueva, donde Él se presenta como el esposo, que quiere la comunión con nuestro corazón. Somos nosotros los que necesitamos un cambio, que siempre es una gracia del Espíritu, que precisamos acoger. El hecho de que hable del vino, nos quiere decir que es don de sí, que lleva a la alegría.

La vida del hombre sólo se entiende cuando nos abrimos a recibir el don de Dios, que a su vez presupone el gesto libre de acogerlo y corresponder. El individualismo nos aísla y en cierto modo nos lleva a la muerte o tristeza. Constantemente necesitamos la apertura  hacia el encuentro con quien es diferente.

Cuando nos rodeamos de cosas o hacemos tareas, podemos ser muy eficientes; pero no nos realizamos como personas. Sólo en el don de nosotros mismos a los otros y a Dios, entramos en comunión profunda, podemos decir este sí es mi hermano y Dios es mi Padre; podemos establecer vínculos inmutables.

Oración:

Señor, ven a mi corazón y acoge la ofrenda de mi vida.

Contemplación:

  • Necesito tiempos de soledad y silencio… pero para ir al encuentro de los otros.
  • Yo busco tu corazón y te recibo tal como eres.
  • Quiero permanecer en tu Corazón… Lléname de la alegría de tu amistad.

Acción:

Abrirme a los otros.

Hno. Javier Lázaro sc

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