Jesús haz que acoja tu Palabra, que me llena de vida

Lectura:

“Jesús entró en el Templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, para decirle: «¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te ha dado esa autoridad?»” (Mt 21, 23).

Meditación:

Los sumos sacerdotes son los que administraban el Templo de Jerusalén. Se movían por un interés económico. Jesús acaba de echar a los vendedores que vendían los corderos, las palomas o cambiaban el dinero a la gente para hacer la ofrenda en el Templo…

Le preguntan a Jesús por su autoridad y les responde que su autoridad viene del Padre. Con su muerte y resurrección ya no se necesitan hacer sacrificios en el Templo. Cristo es la única ofrenda que acepta el Padre.

Tienen autoridad los que dan vida. Jesús nos da vida, con su Palabra, con Cuerpo y Sangre. Además, es Dios. El Padre ha puesto todo en sus manos. La autoridad moral se adquiere con la coherencia, el ejemplo y el servicio. Los profetas necesitaban recibir la autoridad de Dios. Pero Jesús habla por sí mismo y en unión con el Padre.

Oración:

Jesús haz que acoja tu Palabra, que me llena de vida. Dame un oído atento y haz que guarde en mi corazón lo que me comunicas.

Contemplación:

Estoy con Jesús y escucho lo que me dice; siento como mi corazón se alegra. Veo cómo Jesús se emociona al hablarme y darme su vida. Despierto mi corazón a la alabanza.

Acción:

Me preparo interiormente para escuchar lo que me dice la Palabra y la pongo en primer lugar.

Hno. Javier Lázaro sc

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