Lectura:
“Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? … Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor»” (Lc 1, 41-45).
Meditación:
Isabel por una inspiración del Espíritu Santo reconoce en la Virgen María a la Madre de Cristo; se da cuenta de que Dios está obrando en su corazón. En la tierra, Isabel, es la primera que canta a María como la elegida para que el Hijo de Dios se haga Hombre y esté entre nosotros.
María es bendita, porque su Corazón Inmaculado está orientado totalmente hacia Dios. Tiene una relación inmediata con Él y se entrega dócilmente al Espíritu Santo, que la hace fecunda. María se mueve por la fe; supedita sus sentimientos, su voluntad y su proyecto de vida, al querer de Dios. Vive en absoluta libertad.
La Virgen es feliz, cree y confía plenamente en Dios, se dice su esclava. Ahora ya está en el cielo en cuerpo y alma. Nos espera a todos sus hijos y nos acompaña en esta vida, cuidándonos maternalmente.
Oración:
María, Madre mía, condúceme al cielo.
Contemplación:
- Felicitaciones Madre, porque ya gozas eternamente en el hogar del cielo.
- Yo quiero que estés conmigo, guíate por la fe, confía en Jesús… gózate ahora de su amistad y fraternidad.
- Llévame en tus brazos, cuida mi corazón, a ti me consagro Madre.
Acción:
Alegrarme con María.
Hno. Javier Lázaro sc