Lectura:
“Un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba el herido y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: “Cuida de él, …”. (Lc 10, 33-35).
Meditación:
Educar el corazón es una condición imprescindible para poder encontrarnos con los otros, vivir en familia-comunidad y acoger el don de Dios. El samaritano se conmueve al ver al herido tirado en el camino. Necesitamos despertar frente a las necesidades de los demás; la indiferencia y la falta de tiempo nos deshumanizan.
Por el mismo lugar del herido habían pasado un sacerdote y un levita, pero dieron un rodeo para no ver, ni escuchar los gemidos del necesitado. Acercarse a quien precisa una palabra y escuchar, es la clave para descubrirnos valioso y ver que Dios habita en nosotros por su amor.
La compasión siempre nos lleva al compromiso. Además de limpiar las heridas y sanarlas, con la paciencia y la escucha esperanzada, lo pone en manos de otras personas que puedan ayudar… se hace cargo paga dos denarios. La compasión es una forma de vida.
Oración:
Señor, dame un corazón compasivo para escuchar y acompañar.
Contemplación:
- Me revelan las injusticias, pero no hago nada por mi prójimo.
- Yo me entrego y me doy por entero, necesito que ayudes a otros.
- Quiero ser tuyo, sirviendo con un corazón compasivo.
Acción:
Ayudar a quien me necesita.
Hno. Javier Lázaro sc