Señor, eres mi único tesoro, sólo te pertenezco a Ti

Lectura:

“El reino de los cielos se parece también a un comerciante de perlas finas, que al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra” (Mt 13, 45-46).

Meditación:

La amistad con Cristo es la perla más preciosa que embellece nuestra vida. Cuando nos identificamos con Él, asumimos sus sentimientos y su forma de amar. En el trato constante con Él se modela nuestro carácter y personalidad, podemos empezar a ser diferentes. Él nos infunde una fuerza y luz que nos impulsan en el camino de la caridad, que es el amor de Dios en nuestra vida.

Esta relación con Jesucristo requiere exclusividad, haciendo que todo lo hagamos con Él y para Él. La radicalidad en la decisión de seguirlo nos da unidad y nos llena de gozo espiritual; pues nos introduce en el misterio de la Trinidad, que nunca se agota y siempre es diferente.

Esta perla preciosa la perdemos cuando, nos preocupan más otras cosas o ambicionamos: poder, fama, dinero, placer… La renuncia libre a lo pasajero, como don de Dios, nos permite ver la finura, la belleza, la delicadeza y la pureza, a la que nos lleva la entrega gratuita y total.

Oración:

Señor, eres mi único tesoro, sólo te pertenezco a Ti.

Contemplación:

  • Intento dominar la realidad que me rodea… y quedo esclavizado por las cosas.
  • Yo te doy la libertad… sólo Yo puedo llenar tu corazón.
  • Te entrego mi libertad; soy tuyo. Quiero vivir para Ti.

Acción:

Desprenderme de cosas superfluas y escuchar a Cristo.

Hno. Javier Lázaro sc

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